Por Gladys Figueroa
En mayo de este 2011 se conmemoró el centenario de la muerte del gran compositor y director de orquesta austriaco Gustav Mahler, de enorme influencia en el desarrollo de la música del siglo XX. Como un acápite a la figura de Mahler y ligado a él de singular manera, aparece su mujer, Alma Maria Schindler (más tarde Alma Mahler, Alma Gropius y Alma Werfel), quien debe gran parte de su fama a sus amores y matrimonios con hombres destacados del ámbito cultural de su época, más que como partner musical de su ilustre esposo. Todo el ruido generado sobre su agitada vida sentimental, ha silenciado una parte interesante de quien fuera una destacada interprete y no menor compositora.
Sin duda, Alma fue una chica especial. Su padre y luego su padrastro fueron pintores, este último, vinculado a la Secesión vienesa, movimiento de renovación de las artes en la Viena de fines del siglo XIX y comienzos del XX. En este mundo cultural, Alma, se movía con soltura, admirada por su talento musical y belleza, así la conoce Mahler, quien, en cierta manera, también toma contacto con la Secesión mencionada sin llegar a formar parte de ella.
Una vez casados, Mahler – veinte años mayor- exigió a su joven esposa dejar lo que pudo ser una carrera musical de alguna importancia para dedicarse completamente al matrimonio, permitiéndole sólo ser copista de sus obras. Ella acepta, pero no deja de lamentar esta dura imposición, como queda registrado en sus posteriores memorias. Luego de siete años, viene el quiebre, la muerte de una de las dos hijas del matrimonio y el amor entre Walter Gropius -famoso arquitecto fundador de la Bauhaus- y Alma, desencadenan el fin. Mahler intenta enmendar la prohibición impuesta, permitiendo a Alma retomar la música, incluso intenta ayuda sicológica con el también célebre Sigmund Freud, más, nada resulta. Poco antes de la muerte de la hija, Mahler, había compuesto la obra Kindertotenlieder (Canciones a la muerte de los niños), su mujer lo culpa de tentar al destino, lo cual hace más difícil una reconciliación. Tiempo después de todos estos acontecimientos, Mahler muere.
Interesa destacar que Alma fue musa e inspiración de obras musicales y plásticas. Se dice que Mahler habría hecho retratos musicales de su esposa a quien amó intensamente, por otra parte, fue modelo y amante de Oskar Kokoscha, pintor de corte expresionista, quien la retrató en algunas obras notables. La intensidad del amor de Kokoscha, perturba a Alma y lo abandona. El pintor hace construir una muñeca de tamaño natural vistiéndola con las ropas que dejara Alma. Si bien, el resultado no fue el esperado por el artista, este realizó una pintura de su fetiche (véase lámina). Luego de dejar a Koloscha, Alma se casa con Walter Gropius, años después, el matrimonio también termina. Su último matrimonio fue con el escritor Franz Werfel de quien enviuda. Con Werfel, se habían establecido en N. York, huyendo de la persecución nazi. Allí, Alma permanece hasta su muerte en 1964, solicitada y admirada por la sociedad cultural.[1]
Como se dijo anteriormente, su vida amorosa opacó su obra musical. Si bien es cierto, esta no fue extensa, sólo alrededor de 16 lieders, estos, actualmente se han revalorado, ya lejano los acontecimientos que los enturbiaron, incluyéndose en el repertorio de notables cantantes, tales como la mezzosoprano austriaca Angelika Kirchschlager. Entre las piezas musicales de Alma Mahler destaca los melódicos Fünf Lieder entre otros no menos interesantes.
Para finalizar, solo cabe elucubrar el alcance musical que hubiera podido desarrollar Alma, si no hubiera sucumbido a la sensualidad de La Belle Époque de la Viena de su tiempo, a la permisividad promiscua que vivió desde niña en los salones de arte. Una frase que incluye en sus memorias a propósito de Mahler dice …Viví su vida… cancelé mis anhelos y mi ser… su genio me devoró…, podría interpretarse como justificación ante su escasa obra. Otra frase de su autoría es decidora… Soy superficial, sibarita, dominante y egoísta…. Quizás, este sería un buen autorretrato.
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