Por Diego Villavicencio Cerpa
Un Día En La Vida nace como producto de la propia melomanía. Mi reciente sentencia no es una imagen poética sino que es una referencia a que este proyecto no es más que la obra de ciertos amantes de la música. Y me detengo en el término amantes, lo cual quiere decir personas que aman –en este caso particular a la música–, pues quizás es un concepto, muchas veces, mal utilizado; pues se emplea con un valor evocativo menor al que tenía originalmente. Hago este comentario para contarle al lector que esta vez el término amantes está siendo utilizado con su valor original (al escribir esto me cuestiono seriamente cual sería ese valor original, pero para efectos prácticos digamos que es uno alto por ser lo relativo al amor), no voy a adentrarme en la filosófica tarea de definir amar pero al menos podríamos percibir que al acto se le atribuyen ciertas características como una predilección y un pleno e incesante conocimiento por, y con, el objeto amado (eso sin entrar en las elucubraciones poéticas del amor, que –por cierto– suelen ser las más reales). Entonces nosotros, como amantes, sentimos una predilección gigantesca por la música, acompañada por un conocimiento que crece como el de todo amante.
Estamos construyendo esta revista que primeramente la conocerán en formato on line con el fin de mantener informados a muchos melómanos sobre lo que sucede en el mundo de la música sin hacer preferencias en ciertos géneros ni estilos pues somos una revista dedicada a la música en su calidad de arte. También, me parece importante destacar que no nos conformamos con dar información pues nuestro principal propósito es el análisis y con ello la crítica. Análisis que iremos enfocando a un proceso por el cual tengo especial interés. Hablo de aquel momento en que las vanguardias del periodo entre guerras hacen tal interrupción en las bellas artes que éstas cambian para siempre. Trataré de señalar lo sucedido de forma sintética pues el tema lo iremos desarrollando en los siguientes números, pero podríamos decir que la música muere (situación que hay que admitir, la música tal como se conocía ha muerto, la elaboración de una sinfonía o un concierto varía de tal forma que muchos podríamos asegurar que se alejan del arte; y luego otros muchos podrían decir que las definiciones de arte cambian, evolucionan; y me parece que la discusión termina cuando nos damos cuenta que al aprender un idioma hacemos un contrato con el lenguaje, lo que conlleva respetar los sesmas que no son más que convenciones para la comunicación, en ese punto se pude atisbar que debemos convenir en una definición de arte, de otra forma habría tantas definiciones como habitantes lo cual es más que contraproducente), la poesía (y con ella me refiero a toda la literatura, pues como dijo Gonzalo Rojas en alguna charla o seminario “toda literatura es poesía, pues es cuestión de ritmo”) se encuentra en una agonía que dura hasta hoy –al menos en Latinoamérica–, y finalmente el arte plástico, como dijo un joven filósofo cuyo nombre no recuerdo, ha perdido el lenguaje.
Sé que las anteriores sentencias son bastante absolutas pero me parecen bastante acertadas, especialmente si llegamos al punto del lenguaje y del nocivo abuso que se hace del relativismo conceptual. Dije que la ha música ha muerto, es verdad pero la historia no termina allí. Es una muerte de la música en su calidad de arte pues las vanguardias desequilibran totalmente la relación estética-concepto presente siempre en el arte (y ni hablar de la pugna entre lo apolíneo y lo dionisiaco), inclinándose excesivamente hacia lo conceptual y alejándose fuertemente de lo estético. No voy a dar ejemplos en esta ocasión, usted ya debe saber de aquellas sinfonías conceptuales del siglo XX. Ahora es interesante ver como ciertos fenómenos sociales alejaron totalmente de la estética y del original concepto de arte a la música (siempre es bueno revisar el significado griego del término pues de esa cultura nos provienen ambos términos) para que, casi simultáneamente, otros fenómenos sociales –y no olvidemos los tecnológicos– reviven a la música en su calidad de arte. Aquí ocurren dos cosas sumamente interesantes, la música popular empieza a tomar importancia ya que da nacimiento a algunos géneros fundamentales como son el Jazz y el Blues principalmente –se debe tener presente que gran parte de la música electrónica contemporánea, por no decir toda, es un subgénero de éstos, mayoritariamente del Jazz–; conjuntamente, en 1920, se inventa el amplificador.
Como les comenté hace un rato me interesa esta temática, me corrijo, no es una temática, sino todo un fenómeno que vivió la música durante el siglo XX, es un paso gigantesco durante el cual la música primero debió morir para luego renacer de una manera increíble hasta llegar a momentos gloriosos. Así podemos asegurar que la música electrónica es para la música lo que el verso libre fue para la poesía, un paso, uno enorme. Así iré comentando y analizando acerca de este asunto durante las siguientes columnas a mi nombre en las siguientes ediciones de Un Día En La Vida.