miércoles, 27 de julio de 2011

Editorial

Aclaraciones sobre la crítica y la creación artística 




Por Diego Villavicencio



En el anterior texto que escribí para esta revista explico con detalle la afirmación de ser la música el arte puro y lo enteramente Dionisiaco. El asunto es simple, la música es la máxima comunión entre el hombre y la belleza; y quizás en esa comunión se halle la emocionalidad más grande (término complicado por lo prostituido que ha sido) tanto a la hora de la composición como de la contemplación musical. 


En su ignorancia el vulgo (o masa) ha enfrentado ciertos términos o –más bien– conceptos, la creatividad y emocionalidad v/s la razón y el análisis. Dicho enfrentamiento es una falacia pues quienes afirman tal cosa no perciben que para crear algo, por muy onírico que sea, se es –primeramente (aunque también puede ser posteriormente)– pensado y se es una idea.

Bajo esa misma falacia algunos condenan nuestra labor –la de toda la crítica– justamente por analizar algo que, según ellos, no debe ser analizado. El argumento consiste en posicionar al arte, y mayormente, a la música como aquello que sólo es emocionalidad, creación libre y transfiguración. La transfiguración es completamente cierta, yo mismo lo explico en otro artículo; mas la emocionalidad y el arte no son necesariamente sinónimos. De lo contrario hablaríamos de catarsis, pero ese es otro ejercicio; de hecho –en rigor– catarsis y arte serían contrarios puesto que el arte es un proceso de búsqueda y alucinación, en tanto que la catarsis no es más que purificarse de las perturbaciones. No voy a entrar en la definición de arte porque ya lo he hecho –a medias– en otros textos, pero al menos ya hemos resuelto en su distancia con la catarsis y la pura emocionalidad. De esta forma el arte no es algo animal (por muy dionisiaco que sea) sino, muy por el contrario, es la máxima expresión de la inteligencia humana; lugar donde el intelecto se pone en función de lo inútil, de la búsqueda de la belleza. De ese modo, analizar la actividad artística no es sólo una hermosa práctica sino también un deber humano.

Después de un sueño



Por Natalia Baeza Santelices



Me abstraigo en la melodía tierna y la armonía melancólica de Après un Rêve. Camino sobre una nube que me transporta a los lugares más bellos, a esos momentos imborrables; a las fantasías tangibles más desgarradoras. Me deleito en la tristeza de los acordes del piano; la profunda melodía del violoncello, el violín…

Datos históricos nos revelan el génesis de esta obra; Après un rêve; After a dream; Después de un sueño. Fauré se enamoró de una una mujer que no le correspondía y esta pieza describe un sueño que tiene con ella. Originalmente escrito para voz y piano, adaptado para todos los instrumentos y tesituras imaginadas, esta obra nos revela la sensibilidad y la pasión con la que amaba Fauré…

Mi versión favorita es con violín, cello y acompañamiento de piano. Me encanta el juego que se produce con las voces, los colores, los matices; pero es una versión difícil de encontrar incluso en Youtube (http://www.youtube.com/watch?v=EVh9MUAANlM)

Cantan perfectamente las voces, se compenetran sin dejar vacío. Me siento mínima ante tanta belleza (aplicando su concepto etimológico). A veces parece que las voces se desean, se lastiman, se abrazan, se desnudan, se aman, se descubren y uno termina personificando escenas de su vida. El final es triste. Tristemente bello. Me produce un placer inexplicable esta tristeza.

Pienso en la genialidad de Fauré, en su creatividad, en su corazón, en su vida, sus pensamientos, su amor o su desamor, su dolor, el sufrir, el llanto, el deseo, la amargura.

Esta pieza me supera. Me eleva. La naturaleza quebrantante de la melodía es superior; sublime, sutil y dura a la vez. Aprieta mi pecho… Lo del dolor de corazón no es una metáfora; con Après un Rêve es una realidad tristemente bella.

Escrita en Sol menor (tres bemoles), una tonalidad pastosa que suena muy bien en los agudos, sin mayor complejidad en sus notas, sin embargo hay que saber y entender sobre fraseos e interpretación para ejecutar esta obra de la forma más fiel posible. Y en saber interpretarla está el simple secreto de esta obra. Simple y bella.

Para acercarnos un poco a la inspiración de Fauré, dejo la traducción del texto base de “Après un rêve”

Después de un sueño
Mientras dormía, atesorando tu imagen, 
Soñé la dicha, un espejismo ardiente:
Tus ojos eran más dulces, tu voz pura y sonora,
Brillabas como un cielo en la claridad de la aurora.
Tú me llamabas y yo dejaba la tierra
Para escapar contigo hacia la luz;
Los cielos para nosotros entreabrieron sus nubes,
Esplendores desconocidos, divinos claroscuros…
¡Ay! ¡Ay! ¡Triste despertar de los sueños!
Te llamo, oh noche, devuélveme tus engaños,
¡Regresa, regresa radiante,
Regresa, oh noche misteriosa!



La pasión aferrada a este sueño de amor, deseo; de dulzura, ternura; lleno de fuego, luz, esperanza y descubrimiento se esfuman ocho compases antes del final… cambia la dinámica de la pieza; desde un forte va muriendo el sueño y convirtiéndose en desesperanza. Muere el amor y el deseo, la pasión… Fauré no quería despertar y la verdad es que después de esta maravilloso sueño, yo tampoco.



Un acercamiento a la música en la antigüedad

Por Gladys Figueroa Marchant



Desde  tiempos antiguos se ha considerado a la música como  la única forma artística de inagotable capacidad de asociación. Ya como expresión culta, ritual o simplemente popular, la música ha acompañado al hombre desde que este es tal.   Se trate de un   sacerdote o  el más inculto ser humano, cada uno en su ámbito, es capaz de valerse de ella. Dado lo anterior, resultaría muy ilustrativo poder tener  una aproximación a las formas  musicales  que desarrollaron las grandes culturas de la antigüedad,  con ello, se  ampliarían nuestros conocimientos sobre las mismas,  complementando lo aportado por la  arqueología, las artes visuales  y la literatura. Sin embargo, ello es mucho más complejo de lo esperado.

Aunque  algo se sabe cómo fueron las expresiones musicales de culturas tan antiguas como la egipcia y griega - por nombrar algunas de las más influyentes en la historia de occidente-, lo que ha llegado al presente es demasiado pobre en comparación al conocimiento que se posee de las otras artes del pasado. Por otra parte, en el caso egipcio, la música no ha dejado registros tangibles como para  intentar una reconstrucción de sus expresiones musicales, pues, sólo se trasmitía de maestros a alumnos.

De la importancia de la música en esta alta cultura, nos lo ilustra la amplia gama  de pictogramas y otras expresiones de arte   visual que contienen escenas musicales. En estas, se puede observar  la diversidad de instrumentos que poseían los egipcios. Algunos de estos  ya habían aparecido con los sumerios en épocas más antiguas. Entre los instrumentos más representativos  podemos mencionar: el arpa, la flauta,  la guitarra de tres cuerdas;  a los que se suman los instrumentos de percusión como el sistro. Hacia el  Imperio Nuevo los egipcios habían desarrollado una escala de siete sonidos.

Para los egipcios, la música además  tenía un uso terapéutico. El jeroglífico que se usaba para designarla, significaba a la vez bienestar y alegría.

Si  pudiéramos hacer un viaje en el tiempo para conocer la música sagrada y profana de los egipcios, lo ideal sería tomar parte de las grandiosas ceremonias conocidas como Opet, que marcaban el comienzo del año y las inundaciones del Nilo, en estas festividades la música era un componente esencial de todo el ceremonial que acompañaba el matrimonio sagrado entre el dios Amón y  la diosa Mut.

 No obstante las divagaciones que podamos hacer sobre la música de un pasado tan remoto, de encontrarnos frente a algunas de sus representaciones, lo más posible a suceder, es que no comprendiéramos lo escuchado, pues nos sonaría atonante. Esto, porque  los registros del pasado difieren enormemente de los modernos,  abriendo un abismo difícil de salvar entre la comprensión, y más aún, del simple disfrute de escuchar la música de las antiguas culturas.

Al respecto es interesante la tesis de Roman Vlad (1955), quien sostiene que el tejido musical envejece más rápidamente que el referido a las demás artes. Ello se  debe a que con el paso del tiempo, el significado se deteriora y se diluye. Mientras que de la lectura de una rapsodia homérica podemos comprender en gran parte el significado original por medio de la reconstrucción erudita, para la música, esto es imposible. Los sonidos y las sensaciones auditivas de los antiguos, los referentes que le dieron vida son imposibles de repetir. Luego a pesar de tener algunas anotaciones musicales de los griegos, no estamos en condiciones de reproducir el ethos de los fragmentos musicales encontrados. Según el autor mencionado, toda la historia de la música  esta marcada por la introducción  incesante de contextos sonoros cada vez más complejos. Al perder el contacto con formas musicales de la antigüedad, estas se nos hacen incomprensibles.




                                  Aedo griego

         Arpista egipcio.