Por José Luis Arredondo
El gran director de cine Ingmar Bergman dice en su autobiografía “Linterna Mágica” : “…cuando me preguntan sobre mi vida, contesto : vean mis películas, ahí esta todo…” Esto, que era una excelente forma de deshacerse de un periodista molesto, resulta en el fondo una gran verdad, y que aplico en todas sus letras al caso del músico Austriaco Gustav Mahler, de quien este año se conmemora el centenario de su muerte.
Mahler nació en 1860, es un hijo absoluto del Romanticismo Alemán, aunque su obra trasciende este estilo para adentrarse con firmeza en lo que serán los sonidos que impregnaran todo el siglo XX. Su obra, de características muy singulares, es de las de marca mayor en toda la historia de la música, reviste trazos de autentica y profunda genialidad en sus alcances conceptuales, constituyendo un cuerpo sonoro de una robustez pocas veces vista en la obra total de un compositor, esto lo convierte en un creador de marca mayor, un artista fundacional, a la manera de un Bach, un Beethoven o un Wagner, y lo elevan a esa categoría de artistas que están por sobre la media, aun de grandes creadores contemporáneos suyos.
Pero qué es lo que hace de este músico un caso tan “especial”, qué rasgos contiene su obra para que la califiquemos de genial sin dudar un segundo, creo que una posible respuesta la entrega su biografía “leída” a la par de su creación musical, en Mahler se da como en pocos esto de “Tu vida es tu obra, tu obra es tu vida” a la que aludía Bergman, este rasgo lo hace pertenecer a una raza de muy pocos ejemplares: el artista “cabal”, el creador cuya existencia esta fundida con su obra y cuya vida y creación artística es un todo indivisible y único, que ha de ser leída en su totalidad con un sentido de profunda simbiosis entre creador y creación.
La infancia de Mahler fue difícil y agitada en lo familiar, una madre acogedora y sensible, un padre severo y castigador ( y que sin embargo le dio las facilidades que le permitieron desarrollar su talento ). El niño Gustav vivió desde muy pequeño inmerso en una suerte de contradicción de vida que habría de marcarlo para siempre, las dos caras de la existencia, una buena y una mala, se mostraron sin pudor ante el desde siempre. Su padre tenía una taberna en su pueblo natal ( Kalischt. Republica Checa ) y en la trastienda de esta, la casa familiar. Algunos hermanos menores de Gustav, enfermaban y morían mientras se colaba el jolgorio de los bebedores y la alegría de los parroquianos, este hecho lo marcó a fuego, por una parte la enfermedad, la muerte, el dolor y la tristeza y por otra ( y al unísono ) las risas, la alegría, el ruido y la celebración, como instancias que constituyen un todo inseparable de la vida humana, a esto se sumaba el hecho de que eran “vecinos” de un regimiento, por lo que Gustav desde recién nacido escucho toques de diana y marchas militares, el sonido de vientos y percusión marciales fueron su diario despertar durante esos años en que la mente es una pagina en blanco que registra todo lo que después digiere y elabora con los años.
Entrar en las obras de Mahler es adentrarse en el fenómeno de la creación en su más clara acepción. Sus sinfonías ( principalmente ) constituyen cada una en si una historia que podemos “seguir” como seguimos el argumento de una película, el mismo decía que crear una sinfonía equivale a un acto de “creación de mundo”, al inicio el sonido parece organizarse para ir luego, lentamente, tomando cuerpo y elaborando un discurso sonoro que nos hablará de fuerzas telúricas desplegadas en una partitura que recoge todo lo que el autor “bebió” desde temprana edad, esta “convivencia” diaria de la vida y la muerte, una junto a la otra como dos hermanos siameses que pueden odiarse pero que están condenados a “vivir” el uno “en” mas que “con” el otro, los sonidos marciales que su mente grabó desde la cuna, las marchas, los toques de diana, los redoble de tambores, que generalmente son preámbulo de un suceso poco feliz, etc. Todos esos sonidos, las notas, que su mente registró empiezan a desplegarse como colores sobre un gran lienzo que cubre toda su obra, Mahler pintó su música, con los tonos que su propia existencia le fue proporcionando, esto no es un caso único, pero en el, es una caso de fuerza referencial por lo claro que resulta.
Asistir a una de sus sinfonías es emprender un viaje sicológico y metafísico que nos lleva en forma de batalla entre la luz y la oscuridad, el optimismo y la desesperación, por momentos la melodía expresa belleza y tranquilidad, pero dura poco, a cada recodo del camino asoma la tragedia; esta mezcla indisoluble de alegría y desesperación tiene, según le dijo Sigmund Freud en una de sus consultas, su origen en los “tristes recuerdos de infancia” que forjaron la faceta central del carácter del músico.
Un clarísimo ejemplo de esto lo constituye el tiempo en que compone su monumental 5ta sinfonía: lo tenía “todo”, estaba casado con Alma Schindler, mujer de gran belleza además de figura de la intelectualidad de la época y el ya era un músico reconocido en toda Europa, sin embargo esta sinfonía parte con una “marcha fúnebre”, este hecho ahorra comentarios creo. Por otra parte, el lacerante y melancólico “adagietto” de esta sinfonía ( una de sus paginas mas conocidas ) fue su “regalo de bodas” para Alma, según reza una dedicatoria de su puño y letra a los pies de la partitura original.
Un crítico decía, muy asertivamente, que justamente este “manejo de extremos irreconciliables” es lo que confirmó el ideal de Mahler de hacer de cada una de sus sinfonías “un mundo”. Supo concretar su ideal creacionista apoyado en todo lo que la vida le fue dando y quitando, desde su matrimonio con Alma, al suicidio del mas querido de sus hermanos, pasando por el hecho que lo devastó y aceleró su muerte: el fallecimiento de su hija a los cinco años, luego que el hubiese escrito esa ambivalente obra “Canciones de los niños muertos”, una de las piezas donde asoma en profundidad la “Religiosidad Mahleriana” ( a mi parecer la otra es “La canción de la tierra” ). En este sentido cuando le preguntaban por sus “creencias” respondía “Soy un músico, eso lo dice todo”.
Consignemos eso si que quizás el Budismo fue objeto de su mas profunda atención durante años, yo concluyo que era “Panteísta” al fin y al cabo.
Suena paradójico y contradictorio, pero así es la vida por lo demás, la música de Gustav Mahler nos habla de lo inefable y lo inasible, habla de una lucha cuyo campo de batalla es la psique y el alma humanas ( quizás son lo mismo ), su corazón, tan abrumado siempre, construyó sinfonías y canciones en moldes de formas grandiosas y profundas, obras que portan preocupaciones místicas como la lucha contra el temor a la muerte y la fragilidad de la vida. Su obra trasunta un conflicto espiritual intenso y doloroso, que casi siempre se resuelve en un acorde violento, cortante y final.
Su obra es uno de los puentes de plata entre la música del siglo XIX y el XX, el otro es Wagner, y al igual que este último, fue un innovador total, su obra esta hecha de exultación y esperanza, de optimismo y fatalidad, de hondo cuestionamiento y afirmación universal, de intensidad emocional y de lúcida sabiduría sobre la esencia humana. Confluyen en el, el Romanticismo que llegaba a su fin y las nuevas sonoridades que traía el siglo XX.
Que sea este breve comentario sobre su vasta obra, un aliciente a conocer o repasar su música, obras fundamentales en la historia del arte de todos los tiempos.
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