martes, 25 de octubre de 2011

Gustav Mahler: Una vida en sinfonías




Por José Luis Arredondo




El gran director de cine Ingmar Bergman dice en su autobiografía “Linterna Mágica” : “…cuando me preguntan sobre mi vida, contesto : vean mis películas, ahí esta todo…” Esto, que era una excelente forma de deshacerse de un periodista molesto, resulta en el fondo una gran verdad, y que aplico en todas sus letras al caso del músico Austriaco Gustav Mahler, de quien este año se conmemora el centenario de su muerte.


Mahler nació en 1860, es un hijo absoluto del Romanticismo Alemán, aunque su obra trasciende este estilo para adentrarse con firmeza en lo que serán los sonidos que impregnaran todo el siglo XX. Su obra, de características muy singulares, es de las de marca mayor en toda la historia de la música, reviste trazos de autentica y profunda genialidad en sus alcances conceptuales, constituyendo un cuerpo sonoro de una robustez pocas veces vista en la obra total de un compositor, esto lo convierte en un creador de marca mayor, un artista fundacional, a la manera de un Bach, un Beethoven o un Wagner, y lo elevan a esa categoría de artistas que están por sobre la media, aun de grandes creadores contemporáneos suyos. 

Pero qué es lo que hace de este músico un caso tan “especial”, qué rasgos contiene su obra para que la califiquemos de genial sin dudar un segundo, creo que una posible respuesta la entrega su biografía “leída” a la par de su creación musical, en Mahler se da como en pocos esto de “Tu vida es tu obra, tu obra es tu vida” a la que aludía Bergman, este rasgo lo hace pertenecer a una raza de muy pocos ejemplares: el artista “cabal”, el creador cuya existencia esta fundida con su obra y cuya vida y creación artística es un todo indivisible y único, que ha de ser leída en su totalidad con un sentido de profunda simbiosis entre creador y creación.

La infancia de Mahler fue difícil y agitada en lo familiar, una madre acogedora y sensible, un padre severo y castigador ( y que sin embargo le dio las facilidades que le permitieron desarrollar su talento ). El niño Gustav vivió desde muy pequeño inmerso en una suerte de contradicción de vida que habría de marcarlo para siempre, las dos caras de la existencia, una buena y una mala, se mostraron sin pudor ante el desde siempre. Su padre tenía una taberna en su pueblo natal ( Kalischt. Republica Checa ) y en la trastienda de esta, la casa familiar. Algunos hermanos menores de Gustav, enfermaban y morían mientras se colaba el jolgorio de los bebedores y la alegría de los parroquianos, este hecho lo marcó a fuego, por una parte la enfermedad, la muerte, el dolor y la tristeza y por otra ( y al unísono ) las risas, la alegría, el ruido y la celebración, como instancias que constituyen un todo inseparable de la vida humana, a esto se sumaba el hecho de que eran “vecinos” de un regimiento, por lo que Gustav desde recién nacido escucho toques de diana y marchas militares, el sonido de vientos y percusión marciales fueron su diario despertar durante esos años en que la mente es una pagina en blanco que registra todo lo que después digiere y elabora con los años.

Entrar en las obras de Mahler es adentrarse en el fenómeno de la creación en su más clara acepción. Sus sinfonías ( principalmente ) constituyen cada una en si una historia que podemos “seguir” como seguimos el argumento de una película, el mismo decía que crear una sinfonía equivale a un acto de “creación de mundo”, al inicio el sonido parece organizarse para ir luego, lentamente, tomando cuerpo y elaborando un discurso sonoro que nos hablará de fuerzas telúricas desplegadas en una partitura que recoge todo lo que el autor “bebió” desde temprana edad, esta “convivencia” diaria de la vida y la muerte, una junto a la otra como dos hermanos siameses que pueden odiarse pero que están condenados a “vivir” el uno “en” mas que “con” el otro, los sonidos marciales que su mente grabó desde la cuna, las marchas, los toques de diana, los redoble de tambores, que generalmente son preámbulo de un suceso poco feliz, etc. Todos esos sonidos, las notas, que su mente registró empiezan a desplegarse como colores sobre un gran lienzo que cubre toda su obra, Mahler pintó su música, con los tonos que su propia existencia le fue proporcionando, esto no es un caso único, pero en el, es una caso de fuerza referencial por lo claro que resulta.

Asistir a una de sus sinfonías es emprender un viaje sicológico y metafísico que nos lleva en forma de batalla entre la luz y la oscuridad, el optimismo y la desesperación, por momentos la melodía expresa belleza y tranquilidad, pero dura poco, a cada recodo del camino asoma la tragedia; esta mezcla indisoluble de alegría y desesperación tiene, según le dijo Sigmund Freud en una de sus consultas, su origen en los “tristes recuerdos de infancia” que forjaron la faceta central del carácter del músico.

Un clarísimo ejemplo de esto lo constituye el tiempo en que compone su monumental 5ta sinfonía: lo tenía “todo”, estaba casado con Alma Schindler, mujer de gran belleza además de figura de la intelectualidad de la época y el ya era un músico reconocido en toda Europa, sin embargo esta sinfonía parte con una “marcha fúnebre”, este hecho ahorra comentarios creo. Por otra parte, el lacerante y melancólico “adagietto”  de esta sinfonía ( una de sus paginas mas conocidas ) fue su “regalo de bodas” para Alma, según reza una dedicatoria de su puño y letra a los pies de la partitura original.

Un crítico decía, muy asertivamente, que justamente este “manejo de extremos irreconciliables” es lo que confirmó el ideal de Mahler de hacer de cada una de sus sinfonías “un mundo”. Supo concretar su ideal creacionista apoyado en todo lo que la vida le fue dando y quitando, desde su matrimonio con Alma, al suicidio del mas querido de sus hermanos, pasando por el hecho que lo devastó y aceleró su muerte: el fallecimiento de su hija a los cinco años, luego que el hubiese escrito esa ambivalente obra “Canciones de los niños muertos”, una de las piezas donde asoma en profundidad la “Religiosidad Mahleriana” ( a mi parecer la otra es “La canción de la tierra” ). En este sentido cuando le preguntaban por sus “creencias” respondía “Soy un músico, eso lo dice todo”.
Consignemos eso si que quizás el Budismo fue objeto de su mas profunda atención durante años, yo concluyo que era “Panteísta” al fin y al cabo.

Suena paradójico y contradictorio, pero así es la vida por lo demás, la música de Gustav Mahler nos habla de lo inefable y lo inasible, habla de una lucha cuyo campo de batalla es la psique y el alma humanas ( quizás son lo mismo ), su corazón, tan abrumado siempre, construyó sinfonías y canciones en moldes de formas grandiosas y profundas, obras que portan preocupaciones místicas como la lucha contra el temor a la muerte y la fragilidad de la vida. Su obra trasunta un conflicto espiritual intenso y doloroso, que casi siempre se resuelve en un acorde violento, cortante y final.

Su obra es uno de los puentes de plata entre la música del siglo XIX y el XX, el otro es Wagner, y al igual que este último, fue un innovador total, su obra esta hecha de exultación y esperanza, de optimismo y fatalidad, de hondo cuestionamiento y afirmación universal, de intensidad emocional y de lúcida sabiduría sobre la esencia humana. Confluyen en el, el Romanticismo  que llegaba a su fin y las nuevas sonoridades que traía el siglo XX.

Que sea este breve comentario sobre su vasta obra, un aliciente a conocer o repasar su música, obras fundamentales en la historia del arte de todos los tiempos.





Alma Schindler Mahler: (1879- 1964)




                                                                                                                 Por Gladys Figueroa






En mayo de este  2011 se conmemoró el centenario de la muerte del gran compositor y director de orquesta austriaco Gustav Mahler, de enorme  influencia en el desarrollo de la música del siglo XX. Como un acápite a la figura de Mahler y ligado a él de singular manera, aparece su mujer,  Alma Maria Schindler (más tarde Alma Mahler, Alma Gropius y Alma Werfel), quien debe gran parte de su  fama a sus amores y matrimonios con hombres destacados  del ámbito cultural de su época, más que como partner musical de su ilustre esposo. Todo el  ruido generado sobre su agitada vida sentimental, ha silenciado una parte interesante de quien fuera una destacada interprete y no menor compositora.

Sin duda, Alma fue una chica especial. Su  padre y  luego su padrastro fueron pintores, este último, vinculado a la Secesión vienesa, movimiento de renovación de las artes en la Viena de fines del siglo XIX y comienzos del XX.  En este mundo cultural,  Alma, se movía con soltura, admirada por su talento musical y belleza, así la conoce Mahler, quien, en cierta manera, también toma contacto con la Secesión mencionada sin llegar a formar parte de ella.

Una vez casados, Mahler – veinte años mayor- exigió a su joven esposa dejar  lo que pudo ser una carrera musical de alguna importancia para dedicarse completamente al matrimonio, permitiéndole sólo ser copista de sus obras. Ella acepta, pero no deja de lamentar esta dura imposición, como queda registrado en sus  posteriores memorias. Luego de siete años, viene el quiebre,  la muerte de una de las dos hijas del matrimonio y el amor entre Walter Gropius -famoso arquitecto fundador de la  Bauhaus- y Alma, desencadenan el fin. Mahler intenta enmendar la prohibición impuesta, permitiendo a Alma retomar la música, incluso intenta ayuda sicológica con el también célebre Sigmund Freud,  más, nada resulta. Poco antes de la muerte de la hija, Mahler, había compuesto la obra  Kindertotenlieder (Canciones a la muerte de los niños),   su mujer lo culpa  de tentar al destino, lo cual hace más difícil una reconciliación. Tiempo después de todos estos acontecimientos, Mahler muere.

Interesa destacar que Alma fue musa e inspiración de obras musicales y plásticas. Se dice que Mahler habría hecho retratos musicales de su esposa a quien amó intensamente, por otra parte, fue modelo y amante de Oskar Kokoscha, pintor de corte expresionista, quien la retrató en algunas obras notables. La intensidad del amor de  Kokoscha, perturba a Alma y lo abandona. El pintor  hace construir una muñeca de tamaño natural vistiéndola con las ropas que dejara Alma.  Si bien,  el resultado no fue el esperado por el artista, este realizó una pintura  de su fetiche (véase lámina). Luego de dejar a Koloscha, Alma se casa con Walter Gropius, años después, el matrimonio también termina. Su último matrimonio fue  con el escritor Franz Werfel de quien enviuda. Con Werfel, se habían establecido en N. York, huyendo de la persecución nazi. Allí,  Alma permanece hasta su muerte en 1964, solicitada y admirada por la sociedad cultural.[1]

Como se dijo anteriormente,  su vida amorosa opacó su obra musical. Si bien es cierto, esta no fue extensa, sólo alrededor de 16 lieders, estos, actualmente se han revalorado, ya lejano los acontecimientos que los enturbiaron, incluyéndose en el repertorio de notables cantantes, tales como la mezzosoprano austriaca  Angelika Kirchschlager. Entre las piezas musicales   de Alma Mahler destaca los melódicos  Fünf Lieder entre otros no menos interesantes.

Para finalizar, solo cabe elucubrar el alcance musical que hubiera  podido desarrollar Alma, si no hubiera sucumbido a la sensualidad de La Belle Époque de la Viena de su tiempo, a la permisividad promiscua que vivió desde niña en los salones de arte. Una frase que incluye en sus memorias a propósito de Mahler dice …Viví su vida… cancelé mis anhelos y mi ser… su genio me devoró…,  podría interpretarse  como  justificación ante su escasa obra. Otra frase de su autoría es decidora… Soy superficial, sibarita, dominante y egoísta…. Quizás, este sería un buen  autorretrato.



[1]  La película La Novia del Viento, de 2001, desarrolla de forma interesante la vida de Alma.



jueves, 13 de octubre de 2011

Comunicado

Si no hemos renovado el blog es porque estamos construyendo la página que será nuestro hogar de ahora en adelante. La demora en dicho asunto es a falta de terminar el diseño de la futura web. La próxima semana actualizaremos nuestro blog, y a fines de noviembre la nueva web debería estar lista para todos ustedes.


Muchas gracias por su comprensión,

Atte. el equipo de Un Día En La Vida.

miércoles, 27 de julio de 2011

Editorial

Aclaraciones sobre la crítica y la creación artística 




Por Diego Villavicencio



En el anterior texto que escribí para esta revista explico con detalle la afirmación de ser la música el arte puro y lo enteramente Dionisiaco. El asunto es simple, la música es la máxima comunión entre el hombre y la belleza; y quizás en esa comunión se halle la emocionalidad más grande (término complicado por lo prostituido que ha sido) tanto a la hora de la composición como de la contemplación musical. 


En su ignorancia el vulgo (o masa) ha enfrentado ciertos términos o –más bien– conceptos, la creatividad y emocionalidad v/s la razón y el análisis. Dicho enfrentamiento es una falacia pues quienes afirman tal cosa no perciben que para crear algo, por muy onírico que sea, se es –primeramente (aunque también puede ser posteriormente)– pensado y se es una idea.

Bajo esa misma falacia algunos condenan nuestra labor –la de toda la crítica– justamente por analizar algo que, según ellos, no debe ser analizado. El argumento consiste en posicionar al arte, y mayormente, a la música como aquello que sólo es emocionalidad, creación libre y transfiguración. La transfiguración es completamente cierta, yo mismo lo explico en otro artículo; mas la emocionalidad y el arte no son necesariamente sinónimos. De lo contrario hablaríamos de catarsis, pero ese es otro ejercicio; de hecho –en rigor– catarsis y arte serían contrarios puesto que el arte es un proceso de búsqueda y alucinación, en tanto que la catarsis no es más que purificarse de las perturbaciones. No voy a entrar en la definición de arte porque ya lo he hecho –a medias– en otros textos, pero al menos ya hemos resuelto en su distancia con la catarsis y la pura emocionalidad. De esta forma el arte no es algo animal (por muy dionisiaco que sea) sino, muy por el contrario, es la máxima expresión de la inteligencia humana; lugar donde el intelecto se pone en función de lo inútil, de la búsqueda de la belleza. De ese modo, analizar la actividad artística no es sólo una hermosa práctica sino también un deber humano.

Después de un sueño



Por Natalia Baeza Santelices



Me abstraigo en la melodía tierna y la armonía melancólica de Après un Rêve. Camino sobre una nube que me transporta a los lugares más bellos, a esos momentos imborrables; a las fantasías tangibles más desgarradoras. Me deleito en la tristeza de los acordes del piano; la profunda melodía del violoncello, el violín…

Datos históricos nos revelan el génesis de esta obra; Après un rêve; After a dream; Después de un sueño. Fauré se enamoró de una una mujer que no le correspondía y esta pieza describe un sueño que tiene con ella. Originalmente escrito para voz y piano, adaptado para todos los instrumentos y tesituras imaginadas, esta obra nos revela la sensibilidad y la pasión con la que amaba Fauré…

Mi versión favorita es con violín, cello y acompañamiento de piano. Me encanta el juego que se produce con las voces, los colores, los matices; pero es una versión difícil de encontrar incluso en Youtube (http://www.youtube.com/watch?v=EVh9MUAANlM)

Cantan perfectamente las voces, se compenetran sin dejar vacío. Me siento mínima ante tanta belleza (aplicando su concepto etimológico). A veces parece que las voces se desean, se lastiman, se abrazan, se desnudan, se aman, se descubren y uno termina personificando escenas de su vida. El final es triste. Tristemente bello. Me produce un placer inexplicable esta tristeza.

Pienso en la genialidad de Fauré, en su creatividad, en su corazón, en su vida, sus pensamientos, su amor o su desamor, su dolor, el sufrir, el llanto, el deseo, la amargura.

Esta pieza me supera. Me eleva. La naturaleza quebrantante de la melodía es superior; sublime, sutil y dura a la vez. Aprieta mi pecho… Lo del dolor de corazón no es una metáfora; con Après un Rêve es una realidad tristemente bella.

Escrita en Sol menor (tres bemoles), una tonalidad pastosa que suena muy bien en los agudos, sin mayor complejidad en sus notas, sin embargo hay que saber y entender sobre fraseos e interpretación para ejecutar esta obra de la forma más fiel posible. Y en saber interpretarla está el simple secreto de esta obra. Simple y bella.

Para acercarnos un poco a la inspiración de Fauré, dejo la traducción del texto base de “Après un rêve”

Después de un sueño
Mientras dormía, atesorando tu imagen, 
Soñé la dicha, un espejismo ardiente:
Tus ojos eran más dulces, tu voz pura y sonora,
Brillabas como un cielo en la claridad de la aurora.
Tú me llamabas y yo dejaba la tierra
Para escapar contigo hacia la luz;
Los cielos para nosotros entreabrieron sus nubes,
Esplendores desconocidos, divinos claroscuros…
¡Ay! ¡Ay! ¡Triste despertar de los sueños!
Te llamo, oh noche, devuélveme tus engaños,
¡Regresa, regresa radiante,
Regresa, oh noche misteriosa!



La pasión aferrada a este sueño de amor, deseo; de dulzura, ternura; lleno de fuego, luz, esperanza y descubrimiento se esfuman ocho compases antes del final… cambia la dinámica de la pieza; desde un forte va muriendo el sueño y convirtiéndose en desesperanza. Muere el amor y el deseo, la pasión… Fauré no quería despertar y la verdad es que después de esta maravilloso sueño, yo tampoco.



Un acercamiento a la música en la antigüedad

Por Gladys Figueroa Marchant



Desde  tiempos antiguos se ha considerado a la música como  la única forma artística de inagotable capacidad de asociación. Ya como expresión culta, ritual o simplemente popular, la música ha acompañado al hombre desde que este es tal.   Se trate de un   sacerdote o  el más inculto ser humano, cada uno en su ámbito, es capaz de valerse de ella. Dado lo anterior, resultaría muy ilustrativo poder tener  una aproximación a las formas  musicales  que desarrollaron las grandes culturas de la antigüedad,  con ello, se  ampliarían nuestros conocimientos sobre las mismas,  complementando lo aportado por la  arqueología, las artes visuales  y la literatura. Sin embargo, ello es mucho más complejo de lo esperado.

Aunque  algo se sabe cómo fueron las expresiones musicales de culturas tan antiguas como la egipcia y griega - por nombrar algunas de las más influyentes en la historia de occidente-, lo que ha llegado al presente es demasiado pobre en comparación al conocimiento que se posee de las otras artes del pasado. Por otra parte, en el caso egipcio, la música no ha dejado registros tangibles como para  intentar una reconstrucción de sus expresiones musicales, pues, sólo se trasmitía de maestros a alumnos.

De la importancia de la música en esta alta cultura, nos lo ilustra la amplia gama  de pictogramas y otras expresiones de arte   visual que contienen escenas musicales. En estas, se puede observar  la diversidad de instrumentos que poseían los egipcios. Algunos de estos  ya habían aparecido con los sumerios en épocas más antiguas. Entre los instrumentos más representativos  podemos mencionar: el arpa, la flauta,  la guitarra de tres cuerdas;  a los que se suman los instrumentos de percusión como el sistro. Hacia el  Imperio Nuevo los egipcios habían desarrollado una escala de siete sonidos.

Para los egipcios, la música además  tenía un uso terapéutico. El jeroglífico que se usaba para designarla, significaba a la vez bienestar y alegría.

Si  pudiéramos hacer un viaje en el tiempo para conocer la música sagrada y profana de los egipcios, lo ideal sería tomar parte de las grandiosas ceremonias conocidas como Opet, que marcaban el comienzo del año y las inundaciones del Nilo, en estas festividades la música era un componente esencial de todo el ceremonial que acompañaba el matrimonio sagrado entre el dios Amón y  la diosa Mut.

 No obstante las divagaciones que podamos hacer sobre la música de un pasado tan remoto, de encontrarnos frente a algunas de sus representaciones, lo más posible a suceder, es que no comprendiéramos lo escuchado, pues nos sonaría atonante. Esto, porque  los registros del pasado difieren enormemente de los modernos,  abriendo un abismo difícil de salvar entre la comprensión, y más aún, del simple disfrute de escuchar la música de las antiguas culturas.

Al respecto es interesante la tesis de Roman Vlad (1955), quien sostiene que el tejido musical envejece más rápidamente que el referido a las demás artes. Ello se  debe a que con el paso del tiempo, el significado se deteriora y se diluye. Mientras que de la lectura de una rapsodia homérica podemos comprender en gran parte el significado original por medio de la reconstrucción erudita, para la música, esto es imposible. Los sonidos y las sensaciones auditivas de los antiguos, los referentes que le dieron vida son imposibles de repetir. Luego a pesar de tener algunas anotaciones musicales de los griegos, no estamos en condiciones de reproducir el ethos de los fragmentos musicales encontrados. Según el autor mencionado, toda la historia de la música  esta marcada por la introducción  incesante de contextos sonoros cada vez más complejos. Al perder el contacto con formas musicales de la antigüedad, estas se nos hacen incomprensibles.




                                  Aedo griego

         Arpista egipcio.                                                                                              

lunes, 27 de junio de 2011

Orfeo, el mito y la estética




Por Diego Villavicencio Cerpa



A juzgar por el anterior texto que redacté para Un Día En La Vida me correspondería hablarles hoy acerca de Jazz con fin continuar con los análisis de aquel proceso de academización de la música electrónica, sin embargo instauraré una interrupción (me suelen molestar las interrupciones pero quizás esta sea necesaria) con el propósito de tratar otros asuntos.

Orfeo, mítico personaje griego, hijo de Apolo (el sólo mencionar a Apolo me hace pensar en la pugna entre lo Apolíneo y lo Dionisiaco, lo cual no hace más que atormentar mis elucubraciones) y Calíope. De ellos hereda dos grandes dones, el de la música y el de la poesía, los cuales le sirven para  descender al inframundo y salir con vida de él. La historia nos cuenta que su esposa Eurídice fue muerta por la mordida de una serpiente, su canto lastimero conmovió a ninfas y dioses, quienes le aconsejaron que emprendiera la travesía al inframundo con el fin de rescatar a Eurídice. Todos los peligros de su viaje los sorteó gracias a la música, con ella logró ablandar el corazón de los demonios, e incluso logró apaciguar a Hades y Perséfone, quienes le permitieron llevarse con él a su amada esposa; pero bajo una condición, él debía caminar delante de ella y no voltear a verla hasta que ambos alcanzaran el mundo exterior y Eurídice fuera bañada por los rayos del sol. Casi logró resistir, sólo debió aguantar un poco más pues volteó a ver cuando faltaba tan poco para que su amada fuese bañada por los rayos del sol, por esa torpeza, por  esas ansias, la perdió para siempre.

El fin de este texto no es hablar de mitología griega pero llega un punto donde muchos mitos griegos son fundamentales. La causa de mi anterior sentencia es bastante simple, Mito quiere decir palabra mas no se refiere al Logos pues éste es posterior, se refiere a aquello que dice, lo que comunica algo. Es evidente que muchos mitos quisieran explicar algo. Nuestra inteligencia nos hace preguntar e intentar responder, y no es difícil comprender que los mundos mágicos fueron las primeras respuestas. Ahora lo que nos queda por definir es que es aquello que se intenta explicar con la sola presencia de Orfeo en la mitología. Es la estética, y la posición de la música en ella. La definición que estoy pronto a otorgar es pésima, pero es lo único que puedo hacer en una línea. Ahora la mejor forma de definir arte sería que en medio de tus perturbados llantos mientras lees “La Muerte Sin Fin” de José Gorostiza alguien te dijera eso es el arte, o en el desenlace del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Ludwig Van Beethoven  alguien te dijera eso es el arte. En una pequeña línea se puede asegurar que el arte es un sincretismo entre comunicación y estética. Mas perfectamente puede el concepto estar en la estética como que la estética esté en el concepto; o también es posible que el asunto del arte (de tener algún asunto) sea sólo la búsqueda de la belleza y el recién nombrado sincretismo no sea más que un accidente de esta búsqueda. Ahora mi lector deberá conformarse con ésta pésima definición en breves divagaciones –es muy posible que las divagaciones sean la mejor forma de definir el arte, mas, de ser así, debe hacerse con mayor extensión, mayor error y mayor acierto–. A pesar de la falta de imágenes poéticas esta definición nos servirá para concluir la posición de la música en la estética misma. Aquí quizás hay un problema mitológico. Si el gran representante de la música en la mitología griega –Orfeo– es hijo de Apolo ¿por qué la música es auténticamente lo dionisiaco? Para aquello no tengo respuesta aparente. Definamos lo dionisiaco, esto es enajenación, transfiguración, arte en su punto más puro (esta última sentencia la explicaré más adelante) ¿lo es?, sí pero deben leerse muy bien las palabras, alejarlas de toda vulgaridad. La enajenación se relaciona con éxtasis, con pérdida del juicio, incluso con una simple transferencia de algo; la transfiguración es el cambio de la figura, de la forma. Esto es muy importante pues estamos en presencia de la deformación, el primer paso para la alucinación. El poeta alucina, el pintor alucina, el músico alucina; entonces ¿cuál es la diferencia? A simple vista la diferencia es sólo cosa de la materia o soporte en el cual se imprime el resultado (la obra), pero realmente es muy posible que haya algo más que haga alguna diferencia; quizás se trata de la comunión que logra la plástica, la poesía o la música con la belleza –y también con el receptor o público–. Si la relación de la poesía o de la plástica con la beldad está perturbada, también lo estará la relación del receptor con cualquiera de estos elementos. Esa perturbación es porque tanto la plástica como la poesía utilizan formas o lenguajes que gran parte del tiempo se emplean con un fin práctico, y no cualquier fin práctico sino uno específico: la comunicación conversacional en el caso de la poesía que es el arte de la palabra; y el reconocimiento en el caso de la plástica que es el arte de la forma. Lo que intento explicar es que el receptor de un poema verá su relación con la belleza –y es posible que el poeta también– interrumpida puesto que el significado denotativo de cada una de las palabras será un obstáculo, y no uno pequeño. Con la plástica sucede algo similar si se  trata de algo figurativo. Luego tenemos a la música, pura y dionisiaca. Pura debido a que el sonido escasamente –o nunca– ha tenido un uso práctico, de esta forma el receptor, el oyente, no se ve jamás interrumpido por un torpe intento de significación; y dionisiaca porque es la máxima transfiguración y enajenación posible y, además, ésta se realiza en la propia búsqueda de la belleza (aunque también es posible que sea la belleza quién busque dicha enajenación y transfiguración, el éxtasis).

Allí nos aparece nuevamente la figura del mítico Orfeo, el hombre que bajó hasta el averno y luego salió de él gracias a la música. Entonces la existencia de Orfeo no tiene otro fin que señalarnos que la música es la pura comunión con la belleza, el puente entre los hombres y los dioses; pues la música es sólo sublimación sin dar oportunidad a que algo nos perturbe la búsqueda de la beldad a través del sonido (o la búsqueda del sonido a través de la beldad). Te ínsito a que cada vez que oigas una obra maestra recuerdes a Orfeo y con ello que estás frente al arte puro, al puente solitario hacia la belleza, hacia lo sublime.

Jesuchrist Superstar : Opera Rock



                                                                                             Por José Luis Arredondo A.



El género “Musical” es uno de los mas presentes en la escena artística del siglo XX, como forma inicial proviene de la Opereta decimonónica, sobretodo la desarrollada en la ciudad de Viena, en Austria. La opereta no difiere mucho de la ópera, salvo que su música es por lo general más liviana o festiva y sus temas de corte más mundano. Los musicales toman como base algunos de los elementos antes señalados, pero van enriqueciendo su contenido al incorporar, en mayor o menor medida, todas las variables y variantes que la música desarrolló durante el pasado siglo, tanto en lo llamado Clásico o docto como en lo popular, ya que sus partituras incorporaron desde elementos musicales de la tradición popular, en algunos casos, hasta los sonidos propios del Jazz, el Tango o el Rock y el pop, sin obviar por cierto algunos “ismos” como el expresionismo y el impresionismo.

Resultan de este modo, los musicales, una especie de crisol donde se funden la mayor cantidad de sonidos y ritmos que la música ha ido forjando, rompiendo  con la eterna barrera que ponemos, muchas veces sin razón, entre lo clásico y lo popular. Vienen a convivir aquí lo Docto y lo masivo en un “ensamblaje” que, cuando está bien resuelto, es de gran valor artístico.

Con estos elementos en su bagaje, no le fue difícil abrirse paso en el gusto del público, para eso contó con centros teatrales de la importancia de Londres o Nueva York, y por cierto que el cine fue, y es aún, un gran soporte y gestor de su lenguaje, prueba de esto último, da la cantidad de producciones musicales que en su época dorada, se rodaron en los estudios MGM de hollywood, este sólo aspecto de su historia da tema para ser tratado en otra futura entrada.

No quiero detenerme en esta ocasión en revisar la lista de títulos emblemáticos de este genero, los hay por decenas, sino más bien hacer hincapié en uno que desde su estreno mundial hasta hoy, versión cinematográfica de por medio, ha sido un virtual paradigma de los musicales, me refiero a Jesuchrist Superstar de la dupla Tim Rice- Andrew Lloyd Weber.

Esta composición me resulta particularmente superior por su gran calidad textual y musical, lo que la eleva por sobre la media de este tipo de espectáculo, aun dentro de composiciones de la misma dupla antes mencionada. El libreto de Rice toma como base el evangelio según San Mateo, y trae la figura de Jesús y los hechos que rodean su muerte y  resurrección a nuestra época, incorporando en el vestuario, la escenografía y la utilería, elementos propios de los años sesenta (época en la que fue compuesta) para establecer un paralelo temporal y reflexionar sobre la forma en que hoy se llevaría a cabo el periplo de Jesucristo. El texto es de gran belleza y riqueza poética y conceptual, y sintetiza con mucha fuerza el pensamiento y la acción de cada personaje.

La partitura de Lloyd Weber debe ser una de sus mas logradas obras, exhibe una base musical de corte Clásico y Romántico (en cuanto a estilos) muy presente en las cuerdas y los vientos, e incorpora en excelente forma el sonido Rock, en la percusión principalmente y la electrónica. Anoto como merito el que nunca se estanca en terrenos del pop, a pesar que lo transita en largos pasajes, esto mantiene la música en un registro de nivel sinfónico, que el tiempo no ha disminuido en ningún aspecto. El conjunto de canciones es de indudable belleza formal, esto gracias a unas “melodías” que son a estas alturas “clásicos” del género. Giuseppe Verdi decía: “La ópera es canto, y el canto es melodía”, esto vale aquí al ciento por ciento.

La mayoría del público ha tenido oportunidad de conocer esta obra por medio de su versión cinematográfica, la película dirigida por Norman Jewison en 1973 y que se ha convertido en un imperdible cada cierto tiempo en la Televisión, creo que es una gran versión, contó con un equipo de primer nivel que supo encarnar con absoluta propiedad actoral y musical las exigencias de la pieza, la veo cada cierto tiempo desde hace ya décadas y puedo constatar cada vez como el tiempo no pasa por ella, merito este sobretodo de su música y su texto, por lo que la recomiendo sin temor a quienes no la conozcan o a quienes hace tiempo no la re-visitan, tienen aquí un ejemplo cabal de una obra de altura operística con todo lo que esto implica y una película que supo sacar lo mejor de esta pieza clave en la historia de los musicales del siglo XX.


Jesuchrist Superstar de Tim Rice y Andrew Lloyd Weber. Película dirigida por Norman Jewison (estrenada en 1973) con Ted Nelly, Ivonne Elliman y Carl Anderson, en los roles principales. Disponible en DVD.



El Teatro Victoria, referente cultural del Valparaíso en el siglo XIX



Por Gladys Figueroa Marchant






El siglo XIX fue sin duda la época de oro de Valparaíso, la importancia económica que logra la ciudad en ese periodo,  se refleja en la vida cultural que va tomando una marcada relevancia. Dentro de esto, la música poseyó un sitial sobresaliente. Al decir de Mario Cánepa en su obra La ópera en Chile [1],Valparaíso fue la ciudad de nuestro país en donde se encontraba la mayor concentración de público aficionado a este tipo de representaciones. Sin duda, a ello contribuyó el paso obligado por la ciudad de  cualquier  compañía de espectáculos proveniente de Europa con destino a algún lugar de la costa del Pacífico. Las cuales, se veían forzadas a hacer escala en el puerto tras cruzar el Estrecho de Magallanes, aunque en su itinerario no figurara Chile. Es así, como algunos de los eventos musicales sólo eran representados en Valparaíso y no en otras ciudades del país. En estas  ocasiones, se aprovechaba de hacer a lo menos una función para delicia de de un público ávido de entretención, constituido en gran parte, por la elite comercial residente y la notable cantidad de extranjeros; ingleses, franceses, alemanes y otros dedicados al comercio de importación y exportación.

En la primera mitad del siglo XIX - cuando aún no se habían construidos salas de teatro adecuadas para este tipo de espectáculos-, la funciones referidas, se hacían en espacios improvisados. Muchas veces, estos, eran la casa de algún particular que ofreciera las condiciones  pertinentes. La función era debidamente publicitada. Es así, como podemos encontrar un anuncio en 1830, que invita a la representación de la ópera semi-bufa El engaño feliz o el traidor descubierto de Rossini, interpretada por Teresa Scheroni, Margarita Caravaglia, Domingo Pezzoni y Joaquín Betali, función realizada en la casa de un particular, ubicada en la calle San Juan de Dios, hoy calle Condell.

Si bien es cierto, aparecieron algunas salas de teatro en esta primera mitad del siglo XIX,  el teatro que se encuentra en la memoria de todo buen porteño es el Teatro Victoria. Este, se levantó frente a la plaza del mismo nombre hacia 1844. Lugar ocupado hoy por la plaza Simón Bolívar. Vale destacar, que este sector de la ciudad recién se comienza a urbanizar en este periodo y la construcción del teatro pasó a ser un hito urbano  de gran importancia. La primera versión del Teatro Victoria se mantuvo hasta 1878, año en el cual fue abatido por un incendio, fenómeno recurrente en la ciudad. Fue considerado uno de los mejores teatros del momento, tenía una amplia capacidad y era usado tanto para eventos artísticos como sociales y recepciones notables.






Primera versión del teatro entre 1844 a 1878. Al frente, la Plaza Victoria.




Se sostiene  que  la primera ópera que se estrenó en este recinto fue la obra de Donizetti  Lucia  di Lammermoor. El Mercurio de la época publica una crítica del evento, señalando la enorme diferencia de nivel entre los cantantes principales y los secundarios. Mientras los primeros cumplían el esperado nivel, los secundarios eran marcadamente deficientes. Esta obra se basa en la novela de Sir Walter Scott The  Bride of Lammermoor  que a su vez, desarrolla un hecho verídico sucedido en el siglo XVII. La primera representación operística recién se había realizado en 1835 en Italia. Esto demuestra que a menos de diez años de su estreno en Europa, los porteños, aun con las deficiencias mencionadas por el crítico de El Mercurio, pudieron gozar de una obra contemporánea de importancia, representante del movimiento romanticista imperante.[2]

Otras funciones notables que se ofrecieron hasta 1878, fueron: Moisés de Rossini. Ópera que el mencionado autor  realizó para el teatro de La Ópera de París en 1827. El Barbero de Sevilla, también de Rossini y Otello de Verdi.[3] Estas grandes obras, por lo general, eran representadas en el formato denominado opera en concierto, aunque, por lo que se sabe, los interpretes vestían los trajes correspondientes. Era usual en la época que los recitativos se hicieran en castellano, lo cual, para los puristas, les restaba calidad al no concordar plenamente música y texto.

Desaparecido el Teatro Victoria tras el incendio de 1878, se vuelve a construir, ahora más majestuoso e imponente. A la vez, que apropiado para recibir de la mejor manera aquellos espectáculos musicales, teatrales y similares que le darán el prestigio que la memoria urbana conserva.



[1] Canepa.M, La ópera en Chile. 1839 -1930, Editorial del Pacífico, Santiago, 1976. 305pp.
[3] http://www.youtube.com/watch?v=s1ms4ek0vbQ

















Lucia di Lammermoor, primera edición francesa.



Do I Disappoint You (Release the Stars) RufusWainwright



Por Natalia Baeza Santelices


 Rufus, nacido el 73’ en EE.UU, hijo de cantantes folk, desarrolla a temprana edad su gusto por la música. Ha participado en numerosas bandas sonoras de destacadas y populares películas, en su mayoría Estadounidenses. Incluso aparece en escenas interpretando alguna canción.

Cuando inicia su carrera musical, se declara públicamente gay, cosa que lo transforma en un ícono.  He visto en un par de oportunidades el concierto que hace en AVO session que trasmiten en el Film And Arts y admiro su creatividad, su carácter y su habilidad para andar en tacos aguja. Es un tipo que interactúa constantemente con su público y con sus músicos. Por cierto, tiene músicos que tocan bronce, guitarra, cantan a voces; a ese nivel. En vivo es todo un personaje, se disfraza, se pinta, usa trajes con lentejuelas, baila y un montón de otros recursos. Sin embargo cuando escuché por primera vez “Hallelujah” me pareció desabrido, sin virtud alguna, sin gracia. No tiene una voz grandiosa y parece que cantara apretando los dientes, pensé.

Recuerdo que la primera vez que escuché a Rufus, fue en uno de los capítulos de “Later… with Jools Holland” que daban en Casual Friday también en Film And Arts. Me conmovió una de sus canciones. No es una música con la que me haya criado, pero me gustó la canción. Estaba bien hecha y punto. Encontrarme con él, fue una casualidad.

Descubriendo a Rufus, me encontré con este tema; “Do I Disapponit You”. Es un tema caóticamente hermoso. Me parece que empieza con un pedal de dedidgeridoo o algo parecido, el timbal que todo el tema marca el pulso en contratiempo y otro accesorio de percusión que no alcanzo a distinguir. Entra la voz, una sola en dos octavas, escalitas de flautas y suena algo como un graznido que la primera vez me pareció gracioso, pero ahora siento que le da un toque rústico a la canción. Piano, violines, oboe, flautas, clarinetes aparecen; un coro de sutiles voces, al principio. Y a medida que se van sumando los instrumentos y las voces, más caótico se pone el tema. Aparecen los bronces; un maravilloso y pastoso corno, y las brillantes trompetas. Rufus no tiene una voz virtuosa, pero incluso el timbre que tiene al cantar con los dientes apretados, le da una característica peculiar a la música. Me parece que no hay cambios de tempo, ni de velocidad, por tanto la dinámica en las intensidades hacen que la armonía se realce. Las armonías disonantes me parece que suenan más fuerte, sobretodo al final. Me produce un placer inexplicable caminar a mi casa escuchando esta canción al borde del umbral del dolor. Sé que es malo, pero mientras más fuerte, más distingo cada timbre, más identifico cada adorno, cada detalle, cada instrumento haciendo una sensible disonante, y parece que el camino se hace más breve y ligero, los ruidos de la ciudad son insignificantes comparados con la naturaleza caótica del ensamble de cornos, trompetas, piano, violines, voces, timbal, Rufus…

Las canciones tienen el maravilloso poder de gatillarnos y cambiar incluso nuestro estado anímico. Lo maravilloso de esta canción es que pareciera que se amolda a nosotros. Tiene un carácter ansioso y parece que la esperanza la embargara, el desorden y el caos la hacen a ratos violenta, a ratos desgarradora.

“Do I Disappoint You” me gusta porque tiene lo que quiero; es rica en armonías, tiene una ejecución impecable, no se parece a nada que haya escuchado y está llena de recursos que la determinan como lograda. Además la música representa la letra de la canción. Creo que se logra el caos sin saturación, sin ruido. Ésta, es una buena pieza de Rufus. He dicho.